domingo, 20 de febrero de 2011

-Mira al suelo, se te ha caído algo. +No veo nada. - Se llama dignidad, zorra.

No es que esté loca, es que escondo mi tristeza tras un puñado de risas, así me resulta todo más fácil. Y no, no es que no tenga problemas, o que las cosas no me afecten, es que yo las almaceno, las meto en un bolsa, y con cada risa, los intento enviar dentro, más adentro, donde casi no los pueda ver, aunque tiene un inconveniente, de ven en cuando... la bolsa explota. 
No me vas a enamorar con flores ni champagne francés. Ni cantando en mi balcón las letras de Sabina, a mí no me sirven las velas ni los suspiros de amor. El azúcar engorda mi vida. Y luego la gente se ríe si les digo que soy romántica. Pero sólo yo sé que si amo lo hago con los ojos, con las manos, desde el calor o con la boca, sin mediar palabra.
Con tus promesas de amor eterno solo me haces la protagonista de un empalagoso cuento de hadas. Y podré enamorarme cual posesa quizá del rosa de las paredes de este romance, y de las fresas con nata que tomemos cada anochecer. Pero el capricho es pasajero. 
Una vez haya saciado mi necesidad de vestir de princesa el traje me escocerá y los picores de sus bordados me ahogarán. Y lo nuestro habrá sido como una capítulo de sexo en Nueva York, cuando la resaca de tanta dulzura haya pasado y la lucidez llegue a mi mente, quizá entonces tu no seas mi príncipe ni a mí me apetezca ser tu princesa. Así que guárdate la poesía para la noche de bodas.
Yo que soy esquiva de la dependencia emocional y de las relaciones tempranas, ahora sólo quiero vestirme para que me arranques la ropa sin permiso, sin vergüenza, sin cuidado. 
Deja la poesía para cuando la pasión se agote dando paso al amor.
                                             I ♥ this.